Leer estas líneas me produce una especie de fly-back violento que me lanza en medio de escenas que no recordaba y empiezo a sentir el aire, el olor del mar, ...el color de la espesura, ...la luz del sur; y me oxigena el alma recordar...
Veo también que hay momento super lúcidos en el relato, en que las reflexiones se mezclan extraordinariamente con la poesía. Y momento en donde reina la confusión y el caos, y no se distingue la intensidad de la belleza, del caudal tormentoso de nuestras elucubraciones y falta de sentido...
Recuerdo un día, en que para ahorrar una noche de hospedaje, decidimos salir y caminar esa misma noche desde Castro hasta Dalcahue, que quedaba a 23 kilómetros; buscamos nuestros pertrechos y salimos. Caminamos varias horas hasta llegar al pueblo como a las tres de la mañana, y antes de llegar nos metimos en un potrero y tiramos los sacos de dormir allí mismo, a la intemperie. (Creo que en esa oportunidad oímos algo que nosotros dijimos que era la Pincoya); el hecho es que en la mañana Rodríguez me despierta cagado de frió y me dice que necesita urgente caminar, pero como yo estaba durmiendo bien (tal vez medio aturdido) le digo que se vaya nomás y que lo alcanzo en Achao el pueblo que seguía y nuestro destino, pero lo cierto es que no pude seguir durmiendo por más que trate, así es que no me quedo otra que levantarme y salir, baje al pueblo me di una vuelta tratando de encontrar algo para comer sin conseguirlo, porque era muy temprano y luego cruce en Ferri hasta la isla que estaba al lado, y cuando comenzaba a caminar paso una camionetita a la que hice dedo, con la super cueva que me llevó; y como 5 kilómetros más pasamos a recoger a Rodríguez, y la camioneta nos deja justo en la puerta del refugio de Achao...
Pero necesitábamos urgente alimentarnos así es que salimos a buscar leche y ahí sigue la historia... sss.gonzalez.cl
sábado, enero 21, 2006
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