viernes, enero 20, 2006
a guisa de introducción
Lo cierto es que ya no recordaba los desvaríos de aquel viaje alucinante que emprendimos con Rodríguez un verano del ...¿80? u ¿81?, es que hay dos fechas allí, una del 80 y otra del 81, así es que no podemos estar ciertos en cual de los dos años fue. Nos pusimos de acuerdo que saldríamos con lo que tuviéramos y si teníamos que pasar pellejerías el camino nos esperaba y traería para nosotros todo lo que había de traernos, porque además teníamos una mística sin el cual hubiera sido imposible llevar adelante tal desaguisado; nos encomendamos a nuestro Alfa y Omega prometiendo que conquistaríamos nuevas tierras para su reino y que él nos guardaría en su Santa Memoria por los siglos de los siglos. Y al volver a leer esos capítulos puedo reconocer que realmente estábamos en estado limítrofe, yo diría que “en estado crepuscular”, ya que no hay un orden o correlato que permita dilucidar en que lugar nos encontrábamos cada vez, se mezclan como un calidoscopio inclemente lo que pasaba frente a nuestros ojos y lo que nos pasaba por el cerebro. Si puedo reconocer pulsiones y desasosiegos que pugnaban por salir, ¡y de que manera!. Fue una suerte que a pesar de todo no nos perdiéramos de vista y saliera cortando cada uno para su lado.Recuerdo que quedamos atrapado en esa estación de Victoria ya que habíamos dejado las cosas en custodia y cuando volvimos estaba cerrada, por lo que pedimos permiso para pernoctar dentro de la estación, pero debimos quedarnos encerrados, cuestión que en ninguna parte del mundo hubieran aceptado, así es que nos dispusimos a dormir sobre el par de tablas de esos largos asientos y sin nada con que cobijarse, al decir de Rodríguez “cuero de chancho”, por suerte nos habíamos bajado lo que hoy sería una caja de vino. La Estación tenía es olor a carbón, humo y alquitrán de las estaciones del sur. Al otro día despertamos túmidos, después de un pésimo sueño, sacamos las cosas de custodia y abordamos el tren. La historia del compás no la recordaba para nada y me cagué de risa al acordarme. En fin, una linda historia, por suerte se nos ocurrió llevar ese cuaderno y lápiz en donde consignar todos los extravíos. Esperamos el otro capítulo. sss.gonzalez.cl
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario